Cuidado, la fábula que nos enseña el valor y el amor por los cercanos y lejanos

 Cuidado, la fábula que nos enseña el valor y el amor por los cercanos y lejanos
La hermosa y celebre fabula-mito del cuidado, principalmente conocida como la fábula de Higinio, nos revela que la esencia de los seres humanos es proteger y cuidar los unos de los otros. 

Cierto día al atravesar el rio, Cuidado encontró un trozo de barro, y entonces tuvo una idea inspirada. Cogió un poco del barro y empezó a darle forma. Mientras este contemplaba lo que había hecho, apareció el gran Júpiter.

Cuidado le pidió a Júpiter que le soplara con su espíritu, y júpiter lo hizo de buen agrado. Sin embrago, cuando Cuidado quiso dar un nombre a la criatura que había hecho, Júpiter se lo prohibió y él impuso que le pusiera su nombre.

Mientras Júpiter y Cuidado discutían y de repente apareció la Tierra, quien también quiso llamar a la criatura con su nombre pues ésta estaba hecha de su propia materia, el barro. Lo que generó una fuerte discusión. 

Así que, de común acuerdo le pidieron a Saturno que actuara como árbitro. 

Frente a lo cual Saturno tomó la decisión que a él le pareció más justa:

“Tú, Júpiter le diste el espíritu, entonces recibirás de vuelta este espíritu cuando la criatura muera.

Tú tierra, le diste el cuerpo; entonces cuando la criatura muera se te devolverá el cuerpo.

Pero como tú CUIDADO fuiste el primero que moldeaste a la criatura, la mantendrás bajo tus cuidados mientras viva.

Y como veo que no se pondrán de acuerdo sobre el nombre de la criatura, decido que se llamará Hombre, es decir, “humus” que quiere decir tierra fértil”.

La palabra 'cuidado' viene del término latino “Cura” y se refiere a una actitud de preocupación, desvelo, protección y atención con relación a alguien con el cual nos encontramos unidos por los vínculos de parentesco, amor o proximidad. Pero, el cuidado es más que un acto instrumental: es una actitud, porque representa  responsabilidad y preocupación ya que somos seres hechos para el amor y el cuidado propio y ajeno.

“Los seres humanos somos seres predispuestos a cuidar de nosotros mismos y de los otros”.
Adela Cortina.
Todos permanentemente tenemos actos de cuidado con todo aquello que nos rodea y nos define; cuidamos de nuestra familia, nuestros hijos, nuestra pareja; cuidamos nuestro cuerpo y nuestro estado de salud; cuidamos nuestro trabajo, cuidamos nuestros vínculos de amistad, de comunidad y de vecindario, cuidamos de nuestros mayores, y hasta cuidamos que nuestra casa esté limpia y ordenada, y se conserve en buen estado; cuidamos del perro y el gato, y hasta cuidamos  todos aquellos objetos materiales que tenemos para que duren el mayor tiempo posible.

 Cada día y permanentemente estamos cuidando o cuidándonos, porque el acto de cuidar  constituye una forma natural de nuestro existir; como dijo el filósofo Alemán Martín Heidegger, en su obra Ser y Tiempo: “Desde el punto de vista existencial, el cuidado se encuentra a priori, antes de toda actitud y situación del ser humano, lo que significa que el cuidado está presente en toda actitud y situación de hecho”; es decir, que el cuidado está en la esencia de nuestra humanidad y de nuestro convivir, porque sin él no seríamos seres humanos y hasta dejaríamos de existir.
“La más sublime de las emociones humanas es el amor al otro y su cuidado”.
Joan Coderch.
Por su propia naturaleza el cuidado incluye responsabilidad, desvelo, preocupación, atención, inquietud e interés por el otro, pero no un otro lejano, sino un otro cercano y con el que me siento unido por un vínculo afectivo o de amor.  Popularmente decimos que el ser amado forma parte de nuestros desvelos y preocupaciones, ya que cuidamos lo que amamos, o sea que:

 ¿si no amamos no cuidamos? No necesariamente, porque como dice el filósofo Brasileño Leonardo Boff, el cuidado no es simplemente una actitud o una virtud, sino que es un modo de ser que nos posibilita el poder realizarnos y estructurarnos en el mundo, porque sobre el cuidado se fundan las relaciones que se establecen con los otros y con todas las cosas que nos rodean. Sin embargo, nuestras preocupaciones y nuestros desvelos, están dirigidas hacia aquellas personas a las cuales amamos, porque cuidar implica tener intimidad y sentir dentro de nosotros mismos amor, no solo por el otro sino también por mí mismo.

 Cuando amo reconozco en el otro su humanidad que también es la propia y por esto lo cuido, acojo, respeto y le brindo atención, sosiego  y serenidad de la forma que me gustaría que hicieran conmigo, porque como nos dice bellamente Higinio, soy tierra fértil y por tanto merezco ser cuidado, respetado, cultivado y amado no de cualquier manera, sino en un vínculo seguro y acogedor.
“El cuidado es el compañero permanente del ser humano”.
Horacio.
El cuidado como una forma de ser humana en el mundo, también nos expone y nos revela las diversas maneras que tenemos de ser humanos, ya que cuidar y ser cuidado también conlleva desencuentros, contrariedades, inquietudes, resistencias, aislamientos y soledades; sin embargo, todo esto queda superado por todas aquellas dimensiones que envuelven el cuidado como son la comprensión, la empatía, la generosidad, la humildad, la hospitalidad, la compasión, el respeto, la cordialidad y la paciencia.

 Por esto es que el cuidado, es la esencia de nuestra humanidad, ya que recoge todas nuestras maneras de ser, de estar y de coexistir con el mundo, y además nos revela como funcionamos y como nos vinculamos con los otros, tanto con los que están como con aquellos que ya se han ido, por esto la fábula de Higinio termina enfatizando que “el cuidado acompañará al hombre en el transcurso de toda su vida, a lo largo de toda su existencia temporal en el mundo”. 

Coexistimos, convivimos y comulgamos con la cercanía del amor y el cuidado, ya que tanto en la salud como en la enfermedad hacen acto de presencia. Cada día el amor y el cuidado se erigen como una pareja indisoluble para nuestro buen vivir y para construir los lazos afectivos que nos unen y nos definen, porque sin el cuidado esencial y necesario el amor no tiene lugar, no se conserva y no se expande, como nos recuerda Leonardo Boff, “sin el cuidado, no existe atmósfera que propicie el florecimiento de aquello que verdaderamente humaniza: el sentimiento profundo, la voluntad de compartir y la búsqueda del amor”.
“Un médico sabio dijo, “la mejor medicina es amor y cuidados”. Alguien le preguntó, ¿y si no funciona? Él sonrió y le contestó, “aumenta la dosis”.
Anónimo. 
Por otro lado, cuando estamos enfermos se manifiestan de manera palpable nuestras fragilidades, vulnerabilidades y necesidades de amor, atención, protección y cuidados, pero también cuando estamos solos, cuando somos pequeños, cuando somos ancianos, cuando somos adolescentes, etc.; así que por esto también somos responsables de cuidar de los lejanos, como dice Hans Jonas, “cuando alguien tiene ante sí a un ser vulnerable y pudiendo protegerlo no lo hace, se comporta de forma inmoral”.

 Así que el cuidado,  no solo está vinculado al amor por los cercanos, sino que también conlleva una actitud de responsabilidad ética y moral frente a los lejanos, frente a los desconocidos que sufren.

 Un desconocido que es igual a mí, ya que en su vulnerabilidad y fragilidad está contenida su humanidad que también es la mía. Además, en el cuidado hacia el desconocido se ponen en práctica nuestras actitudes y virtudes de altruismo, convivencia, hospitalidad y generosidad como seres en íntima interacción con los otros; y por otra parte el cuidado hacia los desconocidos me permite descubrirme como ser social y como parte inherente de la comunidad que habito.

 Sin embargo, muchos consideran que no están obligados a cuidar de los lejanos, de los desconocidos, pero el amor no puede existir sin el encuentro con el amor humano; pero ¿cómo se caracteriza el amor humano?  Leonardo Boff nos dice que “lo que es especialmente humano en el amor no es el amor, sino lo que hacemos en el amor en cuanto humanos”; porque el amor es un fenómeno universal que nos define como seres sociales constituidos por el manantial de la hospitalidad y la generosidad hacia nuestros semejantes; ya que llevamos el cuidado en nuestra constitución biológica porque poseemos los mecanismos cerebrales para cuidar y permitir que nos cuiden tanto los cercanos como los lejanos.

 Así que por el sentido de la reciprocidad y la ayuda mutua estamos obligados ética y moralmente a cuidar y proteger del desconocido que sufre; porque como decía el filósofo español José Ortega y Gasset “la cultura es un acto de bondad, más que de genio”.

Cuidamos, nos cuidamos y nos cuidan, al igual que amamos, nos aman y amamos cada día, porque somos seres humanos vulnerables, frágiles y finitos hechos y necesitados para el amor y el cuidado. Además, el amor y el cuidado son el núcleo de nuestra humanidad, de nuestra convivencia y nuestro bienestar. Así que debemos amar y cuidar todo lo que nos rodea, y a todos aquellos que están a nuestro lado, porque está en nuestra naturaleza, porque es la forma de asegurar nuestra supervivencia y también porque es gracias al amor y el cuidado que podemos tener un buen vivir y hasta un buen morir.
Por: Nancy Castrillón
Licenciada en Psicología / Universidad de San Buenaventura, Medellín - Colombia
Máster en Neurorehabilitación / Universidad Autónoma de Barcelona
Máster en Humanidades /Universidad de Barcelona
Contacto: mnancycastrillon@gmail.com
Facebook: www.facebook.com/pages/Nancy-Castrillón
Fuentes
Boff Leonardo, El cuidado necesario, Trotta, Madrid, 2012.
Coderch Joan, Las emociones que parecen superfluas e innecesarias, Revista Ceir, 2014, pp. 160-179.
Cortina Adela, ¿Para qué sirve realmente la ética? Paidós, Barcelona, 2013.
Heidegger, Martín, Ser y tiempo, Madrid, Trotta, 2003

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