Centenario de su muerte: Rubén Darío, un gran poeta y un pobre hombre (II)
Darío creo belleza gracias al manejo estético de las palabras. Enriqueció la vida humana aperturando nuevos horizontes orientadores de la sensibilidad que todos poseemos.
Rubén Darío: quien no teniendo corona
de mandar mereció entre los pueblos
los funerales de Alejandro Magno.
Leopoldo Lugones.
Contrariamente a lo habitual cuando se
trata de inventariar la vida y obra de un autor ya fallecido – comenzar
por su nacimiento – en un primer momento me permitiré hacer algunas
observaciones relacionadas a la muerte de Darío, que por insólitas, son
reveladoras de la significación que este trovador tenía entre amigos y
conocidos de su tiempo, en especial entre sus atribulados compatriotas.
Como ocurrió en 1885 con el autor de “Los
Miserables” y “Nuestra Señora de París” cuyo cadáver tuvo por capilla
ardiente el Arco del Triunfo de Paris bajo una colosal bandera francesa,
la muerte de Rubén dio lugar a una apoteosis en la ciudad nicaragüense
de León con la masiva participación de todos los segmentos de la
sociedad provenientes de los mas lejanos pueblos del país de los lagos y
los volcanes.
El gobierno entonces le rindió los
honores reservados a un presidente de la República y la iglesia católica
los que estila para un príncipe de sangre, mientras que las academias,
ateneos, universidades y organizaciones culturales de Nicaragua se
esmeraban en procurarles al funeral unas dimensiones nunca registradas
en los anales de la intelectualidad centroamericana.
El ataúd fue transportado en una cureña
tirada por sus conciudadanos muy orgullosos de los despojos mortales que
acarreaban hacia el reposo final en la catedral de la ciudad. El
mausoleo erigido, que tiene por custodia un león de mármol de Carrara,
en el mes de febrero será el término de peregrinaciones locales y
hemisféricas en recordación del primer centenario de su fallecimiento.
En un época en que las mentalidades mas
progresistas ni siquiera pensaban o sospechaban de la hoy muy usual
tecnología del trasplante de órganos, antes de los funerales el cuerpo
del poeta fue objeto de una evisceración parcial o sea que le fueron
retirados quirúrgicamente algunas de sus vísceras, operación efectuada
por su médico de confianza apellidado Debayle.
En la historia se conocen casos como el
del pianista polaco Federico Chopin cuyas manos están en Mallorca, su
corazón en la iglesia de la Santa Cruz en Varsovia y sus restos mortales
en Paris. A Trotsky se le extrajo el cerebro para conocer su peso y
conformación. En estos y otros casos la resección se realizaba conforme a
los deseos que en vida manifestaron los difuntos.
Con Darío no fue este el caso- no hubo
última voluntad-sino que sus familiares, en particular su “esposa”
Rosario Murillo, amigos y hasta Museos querían apropiarse de sus
cabellos, cerebro- que pesó 3 libras y 15 onzas-riñones, corazón y otros
órganos, disputa que provocó enfrentamientos donde la policía y la
justicia tuvieron que intervenir para zanjar este singular saqueo de
vísceras humanas.
Supongo que los contendientes pensaban
que la posesión de algún órgano o tejido proveniente de un hombre
genial, no solo le acreditaría el papel de ser los guardianes reales de
su cuerpo sino también, que en virtud de un procedimiento hasta ahora
desconocido o perteneciente al mundo del realismo mágico, parte de la
genialidad de este portalira se le podría transferir.
Luego del primer aniversario de una
muerte en lo sucesivo solamente es recordada al cumplirse los diez,
treinta o cuarenta años, o sea en fechas terminadas en cero. Con Rubén
esto no ocurría ni en Nicaragua ni fuera de ella pues se hacían
celebraciones es España, Argentina, México y otros países de
Hispanoamérica cuando cumplía por ejemplo nueve, diez y siete, treinta y
tres, sesenta y seis años de su fallecimiento. Algo bastante extraño.
También son poquísimas las veces en que
la ciudad natal de un cultor de las Bellas Artes- la poesía entre ellas-
permute su nombre oficial por el de uno de sus hijos. En nuestro caso
la pequeña ciudad de Metapa en el Municipio de Matagalpa en Nicaragua
donde vino al mundo Darío, en la actualidad se conoce con la
denominación de Ciudad Darío en homenaje a este.
Como a menudo sucede con aquellos que son
deslumbrados por las pompas de este mundo como son la belleza, la
riqueza, la pasión amorosa o las vanidades sociales-posiciones,
vestimentas etc.- nuestro bardo le tenía horror a la muerte y no
obstante ser un hombre creyente en la vida de ultratumba, que en cierta
medida mitiga los horrores de la desaparición terrenal, no podía
sustraerse a este pánico post-mortem.
Es frecuente también que algunos artistas
nazcan el día de su muerte es decir, que su fallecimiento sea el
surgimiento de un mito, una leyenda en torno a su figura, pero esta
metamorfosis no aconteció a la muerte de Darío pues en vida fue objeto
de distinciones y reconocimientos, incluso desde la adolescencia en
Nicaragua donde se destacó como un precoz cantor de lo sublime y
primoroso.
Estaba tan convencido el poeta de su
maravillosa capacidad de versificar y del renombre que gozaba a nivel
internacional, que a los dos hijos que procreó les llamó Rubén Darío –
Rubén Darío Contreras y Rubén Darío Sánchez (Guicho)- que al igual que
otros vástagos de personajes celebres de la historia no heredaron de su
padre la información genética requerida para la expresión de la
genialidad inscrita en el genotipo parental.
Considero oportuno el momento para
referirles a mis pacientes lectores el modo un tanto atípico en que por
vez primera incursioné en la lirica rubendariana, reputada como
decadente – estéticamente la preferencia por lo pasado de moda- por los
pontífices de la cultura artística en los convulsos años sesenta de la
pasada centuria, y en completa oposición a los preceptos básicos en la
formación profesional de todo ingeniero agrónomo.
Durante las horas de clases en la facultad se hablaba por ejemplo de los daños del piogán, de la riqueza nutritiva de la pipiota, de la excelente calidad del almidón del mapuey, la importancia de hacer una calicata antes de sembrar, las exigencias de oligoelementos en el cilantro sabanero, las ventajas de la gallinaza, del carburo como estímulo de la maduración asi como de la aplicación del triángulo de Tartaglia y del teorema de Bernoulli.
La aridez intelectual de estos y otros
conceptos sin ninguna significación en las ensoñaciones que con
reiteración visitan los espíritus jóvenes predispuestos al romanticismo,
determinaron que en la silenciosa tranquilidad de mi casa me
dispusiera, a manera de compensación, a la lectura de algunos clásicos
de la sensibilidad como Byron, Casal, Nervo, Carducci, Silva, Keats,
Goethe y desde luego Rubén Darío.
No estaba muy descaminado el Sr. J.
Esteban Buñols que a inicios del siglo pasado fue canciller del
consulado dominicano en New York (cuando el cónsul era Fabio Fiallo)
cuando indicó que los versos del Cisne de América parecían estar hechos
de terciopelo, rayos de luna y burbujas de champagne, al ser esta la
delicada sensación que se experimenta durante la lectura de sus
inolvidables versos.
Este universal nicaragüense nos habla de las mieles del hymeto, de náyades adormecidas, de plumajes irisados, de estrellas castas, de flores purpurinas, mármol pentélico, fino baccarat, porcelanas chinas,
lirios reales y blancas margaritas. Eran términos exóticos y refinados
que nada tenían que ver con la malagueta, la sigatoka, el dandi y el ajo
poleo con los cuales me familiarizaba a diario en la universidad.
Sin ser la poesía mi preferencia en el
campo de la literatura una balsámica sensación y una placidez espiritual
me embargaba leer sus versos menguando en mi ánimo el desaliento
generado por la banalidad malsonante de los términos agropecuarios
implicados en mi agrícola profesión, a pesar de que el aprendizaje de
estos últimos garantizaba su eficiente ejercicio.
Darío creo belleza gracias al manejo
estético de las palabras. Enriqueció la vida humana aperturando nuevos
horizontes orientadores de la sensibilidad que todos poseemos; pienso
que estos versos del poema “El alma simple de la bestia es pura” son
oportunos para resaltar lo que quiero expresar; Dichoso el árbol que
es apenas sensitivo/ y mas la piedra dura porque esa ya no siente/pues
no hay dolor mas grande que el dolor de estar vivo/Ni mayor pesadumbre
que la vida consciente.
Ahora bien que fue lo que dijo Rubén? Por
qué a partir de él la mayoría de los poetas castellanohablantes dejaron
de escribir como antes se hacía emulando entonces su versificación?
Cómo un mulato de la lejana Nicaragua de labios gruesos, nariz ancha en
cuyas venas corría sangre chorotega, impuso su expresividad poética en
los exclusivos salones del Madrid borbónico y del París aristocrático?
En el próximo artículo avanzaré una
explicación de este rupturista fenómeno prescindiendo desde luego de
observaciones y categorizaciones puntuales las cuales por necesidad
deben ser expuestas en los trabajos que los poetas de oficio dedicarán
al que según el desdichado Leopoldo Lugones tuvo la grandeza de que América dejara de hablar como España e hizo que esta ultima adoptara el verbo nuevo. Toda una hazaña.
Fuente:Acento.
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