Las verdaderas Atlántida: las islas y ciudades que sí se tragó el mar
En una noche de cataclismo, los
dioses enviaron un batallón de incendios y terremotos tan intenso, que
el reino utópico de la Atlántida se hundió profundamente en el océano,
para no volver a ser encontrado jamás.
Así lo explica el célebre mito de Platón, que ha cautivado al mundo por más de 2.300 años.
Han sido muchos quienes desde entonces han planteado teorías sobre dónde quedaba exactamente la Atlántida: en el Mediterráneo, en la costa de España, o incluso debajo de la Antártida.
Una
idea popular es que el mito de la Atlántida está asociado con el
destino de Thera, que hoy en día es la isla griega de Santorini, la cual
fue parcialmente destruida por una erupción volcánica hace unos 3.600
años.
Pero muchos de los científicos -si no la mayoría- piensan que nunca sabremos cuál era su ubicación real.
"Creo que no cabe duda de que la historia de la Atlántida es un mito", dice Patrick Nunn, un geólogo de la Universidad Sunshine Coast en Queensland, Australia.
Pero no se trata sólo de la leyenda de una ciudad hundida. Historias similares se cuentan en todo el mundo... y parece que algunas de ellas son reales.
Geomitología
Platón
vivía en una parte volcánica y tectónicamente activa del mundo, donde
los grandes terremotos y los tsunamis no eran habituales.
"Observó
lo que estaba sucediendo y utilizó datos de esas observaciones para
hacer que su narración sobre la Atlántida sonara más creíble", dice
Nunn.
"Pero, en mi opinión, no hay manera de que podamos considerar la Atlántida como un lugar particular".
A
pesar del escepticismo de Nunn sobre este reino nefasto, él mismo
pertenece al creciente grupo de geólogos que ha comenzado a interesarse
en mitos similares, y cree que algunos de ellos pueden aportar algo de
luz sobre eventos geológicos antiguos.
En 1.966, la científica Dorothy Vitaliano acuñó un nombre para la disciplina: geomitología.
Se
trata de la ciencia que "investiga para encontrar eventos geológicos
reales que subyacen en los mitos o leyendas que les dieronorigen".
"Los
mitos están ampliamente basados en eventos; se desencadenan en gran
parte por un evento, o una combinación de eventos, que impactan de forma
catastrófica en la sociedad", dice Bruce Masse, un arqueólogo
medioambiental que coeditó un libro sobre el tema.
"Entonces, estos mitos proporcionan una ventana a través de la cual esos eventos pueden ser redescubiertos, rescatados e incluso fechados".
La
inspección detallada de algunos estos "geomitos" ha revelado
información valiosa; por ejemplo, la fecha de una reciente erupción del
volcán Nabukelevu, en Fiji.
Y a los científicos no les faltan
datos sobre mitos o eventos geológicos para analizar: las historias
sobre volcanes y terremotos abundan, al igual que inundaciones
catastróficas en tierras sumergidas bajo el mar.
Venganza de olas
Cuando
Nunn escuchó la historia de otra isla perdida, Teonimanu, en las islas
Salomón del Pacífico Sur, se sintió intrigado de inmediato.
"Era tierra montañosa. No era una isla de arrecifes, hecha de arena, que pudiera desaparecer fácilmente", dice Nunn.
"Era una isla de proporciones considerables que desapareció".
La
leyenda habla sobre el marido cornudo Roraimenu, cuya esposa Sauwete’au
se fue a vivir con otro hombre a la isla de Teonimanu.
Un enfurecido Roraimenu compró una maldición de olas para vengarse y viajó a la isla de Teonimanu, con cuatro olas conectadas a la parte delantera de su canoa y cuatro a la parte trasera.
Una
vez en tierra firme, plantó dos plantas de taro, guardó otra de ellas y
se fue rápidamente de retiro a su propia isla, Ali’ite.
La maldición establecía que cuando las hojas brotaran en la planta, el ataque comenzaría.
Cuando llegó el día, Roraimenu
observó desde la cima de una montaña cómo las ocho olas irrumpían en
Teonimanu, una a una, hasta que se hundió para no volver a ser visto
jamás.
Nunn interpreta la historia de las olas como una descripción de una cadena de tsunamis: muchos tsunamis consisten en una serie de olas.
"Pero, por supuesto, las olas no pueden hacer que
las islas desaparezcan, particularmente islas que son firmes y
volcánicas", explica Nunn.
De hecho, fue un maremoto lo que los geólogos creen que arrasó con la isla, la cual habría estado al borde del precipicio, en la pendiente submarina.
Una vez que los temblores sacudieron los cimientos, un gran deslizamiento de tierra arrastró Teonimanu bajo el mar, lo cual probablemente generó una cadena de tsunamis en el proceso.
Para
quienes sobrevivieron, y vivieron para contarlo y volver a contarlo, la
leyenda, las olas y la destrucción de la isla están inextricablemente
relacionadas.
"Así que, en realidad, la isla se quedó bajo el
nivel del mar o se hundió abruptamente, en el mismo momento en el que
las olas se generaron", dice Nunn. "Para un observador desinformado, por
supuesto, es lógico conectar ambos sucesos".
Mahabharata
Nunn
se ha encontrado con mitos similares, pero los ha interpretado como
descripciones de las poblaciones perdidas que habían vivido en las
islas, y no como la pérdida literal de las propias islas.
De hecho, todavía
hay cierto escepticismo científico sobre la capacidad de las islas
enteras a deslizarse bajo el mar de la forma en la que cree Nunn que lo
hizo Teonimanu.
Pero el especialista argumenta que
el volumen de materia en una isla como Teonimanu es todavía mucho menor
que la cantidad que se mueve en grandes deslizamientos terrestres.
Es
más, los estudios realizados sobre el fondo marino de la región
revelaron que los restos sumergidos podrían ser la evidencia de la
pérdida de un número de islas, con las islas más antiguas en la parte
más baja de la pendiente.
"Esto me dejó claro que islas completas podrían desaparecer", dice Nunn.
No menos dramáticas son las historias antiguas de las ciudades costeras que se pierden entre las olas.
Algunas
de ellas fueron descritas en antiguos textos sánscritos, incluida la
del Mahabharata, un poema de 4.000 años de antigüedad que tiene el honor
de ser el relato épico más largo de la narrativa universal.
El Mahabharata y otro texto sánscrito, el Ramayana, fueron escritos originalmente en hojas de palmera.
Un
cuento del Mahabharata explica cómo Krishna, tras una batalla
victoriosa, decidió abandonar la ciudad de Dwaraka por su morada
celestial. Entonces, el mar Arábigo la absorbió.
Durante mucho tiempo no se creyó que fuera nada más que un reino mítico, pero una investigación arqueológica de 1963 descubrió Dwaraka intacta, bajo el mar, en la costa de Saurashtra, en la India.
¿Rematadas por tsunamis?
Ambas
se sabe ahora también que existieron: las ruinas de Mahabalipuram
"reaparecieron" tras el tsunami del Océano Índico en 2004.
"Cuando observamos estos lugares, todos ellos dicen lo mismo", asegura Nunn.
"Las grandes olas llegaron a la tierra y se llevaron por delante los lugares en los que vivía la gente".
Pero Nunn cree que los tsunamis por sí solos no explican el hundimiento y posterior abandono de dichas ciudades.
Cree, en cambio, que la
elevación del nivel del mar por el ajuste posglacial fue tomando poco a
poco las tierras costeras y los tsunamis simplemente remataron la
tarea.
"Si el nivel del mar aumenta y tienes este tipo de
olas extremas superpuestas por encima del nivel del mar, entonces
claramente un día esas olas van a tener un efecto que no tendrían si el
nivel del mar no estuviera aumentando", dice.
Explicación en Australia
Las leyendas sobre inundaciones menos glamurosas que ocurren a ritmo de tortuga son escasas y distantes entre sí.
"A los humanos nos gustan las historias de desastres; la adaptación a un cambio gradual no vende tan bien", dice Martin Bates, un geoarqueólogo de la Universidad Trinity Saint David de Gales, Reino Unido.
Esto es, a menos que seas un aborigen que vive en la costa australiana.
Hace
unos 20.000 años, en la época más fría de la última edad de hielo, el
nivel del mar rondaba los 120 metros por debajo de su nivel actual.
Pero,
a medida que las temperaturas se elevaron, enormes masas de hielo
comenzaron a derretirse y a verter agua en los océanos del mundo.
Durante los siguientes 13.000 años el nivel del mar aumentó gradualmente hasta llegar a sus niveles actuales.
"Creemos
que todos en Australia hablaban sobre esto porque habría sido una gran
preocupación", dice Nicholas Reid, un lingüista de la Universidad de
Nueva Inglaterra en Australia.
Las sociedades aborígenes
probablemente existieron en Australia durante cerca de 65.000 años,
aisladas hasta que llegó la colonización europea en 1788.
Australia
fue, sin duda, un entorno difícil para vivir, y la supervivencia entre
generaciones dependía de la información que se transmitía sobre la
comida, el paisaje y el clima, de generación en generación.
Reid se asoció con Nunn, y entre los dos buscaron
entre las historias sobre los aborígenes australianos leyendas que
describieran la época en la que el nivel del mar era más bajo que en la
actualidad, o más elevado.
Encontraron 21 de estas historias en diferentes lugares alrededor de la costa australiana, describiendo lugares que se habían sumergido, para nunca más volver a emerger.
En
regiones de Australia donde la tierra de la costa tenía una topografía
baja, incluso un pequeño aumento en el nivel del mar habría arrasado con
varias porciones de tierra relativamente rápido.
Algunas de estas historias son descripciones pragmáticas
de un tiempo en el que los niveles del mar eran más bajos, como los
recuerdos de la pérdida de campos para caza de canguros por la Bahía
Port Philip, cerca de Merlbourne.
Otras son más figurativas. En
una de ellas, un personaje ancestral, Ngurunderi, persiguió a sus
mujeres, que intentaron huir a la isla Canguro a pie.
En su ira,
Ngurunderi hizo que los niveles del mar aumentaran , separando la isla
del continente y convirtiendo a las mujeres en las rocas que ahora
sobresalen del agua.
Mediante la conexión de cada historia con el
evento geológico específico que describen, los investigadores creen que
podrían ubicar en el tiempo algunos de los cuentos que tienen entre
7.000 y 10.000 años de antigüedad.
"Como científicos, miramos
hacia atrás en el pasado y deducimos que esas cosas ocurrieron, pero no
podemos probar que así fuera", dice Nunn.
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